Sanse, ¿un proyecto de ciudad fallido?
Articulo de opinión
Roberto Vaquero Casado
2/4/20256 min read


Llevo militando en política desde que era niño. La ilusión de ver a mis padres luchar por un mundo mejor durante la transición en nuestro país se contagió en mi desde que empecé a tener uso de razón. Posteriormente, en mi adolescencia, empecé a participar de la vida política. Nunca fui buen estudiante, pero siempre me sentí atraído por mejorar las cosas, así que empecé comencé a participar en política como delegado de clase y más tarde, en los movimientos estudiantiles. Cuando comencé mi vida laboral, estuve durante un tiempo conociendo por mí mismo las consecuencias de la precariedad laboral, fomentando en mi, aún más si cabe, la necesidad de participar activamente en la vida sindical y política en todos los frentes. Así que, con mi mayoría de edad, empecé a militar en la vida partidista en mi municipio, desarrollándome posteriormente en el sindicalismo en mi vida profesional.
Siempre me sorprendió la vida política en mi municipio. Desde que comencé a militar por estas calles, pude comprobar lo canalla e inmisericorde que puede llegar a ser la política municipal. En aquel entonces, Sanse era aún un pueblo donde el caciquismo, el clientelismo y las ganas de algunas y algunos por permanecer al frente de proyectos políticos era impresentable. El problema es que a día de hoy, en Sanse, teniendo ya cerca de 92.000 habitantes, sigue habiendo personas que siguen continúan queriendo que esto sea un cortijo, y que fomentan que la imagen de la misma no sea la de una ciudad moderna, abierta y cosmopolita, sino que siga siendo un pueblo (con la connotación más negativa que puede tener esta palabra), con caciques, clientelismo y colocaciones a dedo, que se usan, no para mejorar la vida de las sanseras y sanseros, sino para permanecer enganchados a la institución y al poder que brinda ésta para seguir realizando sus tejemanejes.


Tenemos un municipio con un potencial enorme que bien gestionado puede ser un referente político y de vida en toda la zona norte, pero seguimos alimentando redes clientelares, que hacen que nuestro ayuntamiento sea uno de los más inoperativos de la Comunidad de Madrid. Una institución lejana a las personas de nuestro municipio, porque no atiende sus necesidades. Un lugar donde cualquier trámite se convierte en un tedio. Uno de los ayuntamientos a los que más les costó reabrir tras la pandemia, con un sistema que dejó fuera a las personas víctimas de la brecha digital, o a las ciudadanas y ciudadanos que tenían que hacer trámites para solicitar ayudas sociales u y el IMV durante la misma. Un ayuntamiento, que en 2023 tiene una página web obsoleta, el registro electrónico ha funcionado muy deficitariamente y aún hoy, no dispone de una app móvil de atención al ciudadano, ahí es nada…
Todo este funcionamiento errático, tiene un componente de responsabilidad política. Durante años, cada cual fue colocando sus peones en la administración, para favorecer ese clientelismo, para permanecer. Eso ha convertido la institución en un lugar donde se gobierna pidiendo permiso, o donde se esquiva el conflicto con colectivos que ya no responden a los intereses partidistas, perjudicando claramente el servicio que reciben las vecinas y vecinos de nuestro municipio. Nadie quiere quemarse en el intento. Es mejor convivir con la desidia, o que los cargos políticos tengan que seguir pidiendo favores a las funcionarias y funcionarios.
Todo eso fue creando, no solo en mí, sino en miles de ciudadanas y ciudadanos, una desafección política enorme. Durante años me hizo permanecer al margen de la vida política de mi municipio. Eso cambió en 2015. Al albor albur de movimientos como el 15M, y la posterior llegada de la llamada “nueva política” en las instituciones, muchas personas nos reenganchamos a un movimiento político que ilusionaba, y que podía conseguir cambiar las cosas. Ciertamente, fue una de las veces que más cerca ha estado el movimiento progresista de cambiar las cosas, y posiblemente no nos veamos en condiciones muy similares en mucho tiempo. El nacimiento de estos movimientos políticos, muy abiertos y democráticos propició que determinados personajes del municipio, de esos que siempre han deseado estar, pero a su forma, encontrasen refugio político al albor de en estas nuevas asambleas. Aquellas y aquellos que pensamos que habíamos podido construir un elemento ilusionante y superador, que consiguiese desbordar el bipartidismo, para construir una mayoría social que viniese a cambiar las cosas, nos encontramos unos partidos instrumentales parasitados por las y los de siempre, los de cuanto peor mejor o los de lo que sea, pero conmigo al frente. Esto constituyó un bache muy difícil de superar para aquellos que estaban en las instituciones, que debían dedicar buena parte de su tiempo a el al conflicto político interno, y que bien hubiese venido dedicar a impulsar medidas que hiciesen la vida de las vecinas y los vecinos más fácil.
Todo ello, junto a mi visión de que volvía a ser necesario el compromiso de aquellas y aquellos que habíamos sucumbido al hartazgo del bipartidismo, me ha llevado a participar en la política los últimos 8 años, de forma más intensa de la que lo había hecho en toda mi vida. Tras mi paso fallido por el seno de Podemos, de donde fuimos desplazados por un aparato político, que no paró hasta situar a quienes servían sus intereses, casi a cualquier precio, por pensar que todas y todos los que integrábamos aquella asamblea éramos “Errejonistas”, decidí dar el salto al proyecto de Más Madrid, en el que he trabajado con ilusión estos últimos años, porque creo que recoge el espíritu de volver a ilusionar a mucha gente, que cree que otra política es posible, o a la que han provocado un síndrome de “BURNOUT” de libro, otras formaciones políticas, siendo consciente de que generar de nuevo confianza, como lo hizo en su día Podemos, va a ser una tarea que lleve años, máxime cuando el nivel de implicación y compromiso político en nuestros días, es cada vez más diferente. El modelo de compromiso y militancia de 2015 u épocas anteriores, no volverá. Tocará estar muchos años trabajando la confianza de las ciudadanas y ciudadanos en las instituciones, y más aún en los proyectos políticos, dificultado aún más si cabe, por décadas de gobiernos conservadores en la Comunidad de Madrid, donde los desmanes y casos de corrupción política y ética, no parecen pasar ningún tipo de factura a los mismos.
La llegada de mi compañera Ángela Millán a nuestro ayuntamiento, al menos para mí, supone un punto de inflexión y una ruptura con un pasado muy turbio. Para mi supone que, por fin, podemos consolidar un espacio común, libre de tejemanejes, que permita crear comunidad y construir un proyecto político que ilusione a la gente de este municipio y que nos permita cimentar un proyecto duradero y de futuro.
Siempre me he considerado un militante de partido. De esos que anteponen el futuro de un proyecto a sus aspiraciones personales, y con modestia, creo que lo he demostrado en muchas ocasiones. He dado pasos al frente cuando era necesario, y a un lado cuando se me ha pedido. Nunca entenderé a las personas que llegan a un proyecto político y desean permanecer, contra viento y marea, olvidando los principios que les motivaron a participar. Es tiempo de militar con generosidad, para sembrar la semilla de lo que está por venir.
En cada turno de comicios electorales en nuestro municipio, las ciudadanas y ciudadanos nos jugamos mucho. Nos jugamos un cambio de modelo que no esté orientado hacia los poderes caciquiles de siempre, nos jugamos un modelo en el que entramados sociopolíticos y empresariales no se repartan los dividendos del suelo que es de todas y todos. Nos jugamos el funcionamiento de nuestro ayuntamiento, que todas y todos mantenemos, para que no caigan en manos del clientelismo más infame y que no represente los intereses de unos pocos, sino de la mayoría. Nos jugamos que Sanse no sea un proyecto fallido de ciudad, en manos de mercachifles que siempre tengan algún bien común con el que especular o algún interés personal reflejado en los desarrollos urbanísticos, los clubs deportivos, las peñas taurinas o vete a saber cuántas cosas más. También nos jugamos la credibilidad política, así como dejar de ser el hazmerreír en titulares de prensa. Nos jugamos también seguir consintiendo que los movimientos sociales o las luchas vecinales sean objeto de parasitación por los y las que pretenden redes clientelares alternativas con las que seguir en el candelero.
Sanse cada vez abre más los ojos, y solo cuando acabemos con toda esta lacra podremos construir una ciudad viva, abierta, plural y funcional, donde las vecinas y vecinos se sientan atendidos, escuchados por su ayuntamiento y representantes políticos, protegidos por una institución que lucha por no dejar a nadie atrás y que aleja lo de todas y todos de las garras de los de siempre, los poderosos o los especuladores. En ello seguiremos trabajando las y los que creemos que puede ser así.
¡¡Sanse y su futuro lo merecen!!